miércoles, 8 de mayo de 2013

Entre Gesticulaciones y Guiños


Hoy me levanté con ganas de recorrer otro camino distinto al aburrido y rutinario que tomo todos los días para ir a la universidad. Como tenía parcial salí de casa repasando las lecturas para el examen y olvidé esa extraña idea de tomar un camino diferente; salí a la misma hora, tomé el tren de la misma hora en el vagón de costumbre y llegué a la universidad a la hora habitual inmerso en las líneas mentales sobre evolución. Sin embargo, al terminar las clases, ya en hora de almuerzo, mis compañeros y yo nos dispusimos ir al comedor, y al tomar mi comida (que no llegué a degustar) recordé esa pendeja idea de caminar nuevos caminos; entonces fue cuando, de manera muy extraña, me acerqué y le hablé a una hermosa muchacha que estaba sentada junto a su también hermosa amiga, Saray, se llama, el nombre de su amiga no lo recuerdo porque estaba nervioso y embelesado como cualquiera que, de pronto, elige un nuevo rumbo.

Saray me miró cual persona que mira a un lunático e intentó, en su desconcierto, deshacerse de mí rápidamente y lo logró impecablemente. Sin habernos obsequiado otra cosa más que la pronunciación de nuestros nombres (aunque una manera más correcta de ver las cosas es: que yo le obsequié el mío y le hurté el suyo), me marché.

Después de abandonar a las chicas me dispuse ir a investigar sobre aquel rollo climático en el que llevo ya un ratito por allá en el centro de la ciudad y me propuse además llegar hasta allá siguiendo el nuevo camino: regalé mi comida a un simpático señor de la calle que al recibirla se alegró mucho y sonriendo me agradeció unas tres veces entre gesticulaciones y guiños mientras me alejaba siguiendo mi camino, su cara fue lo mejor del día. Tomé el camino más largo hasta el tren, caminé las calles como si paseara por mi lugar favorito en el mundo y sonreía como si el cielo me estuviese contando chistes.

Hoy no caminé una calle que no había caminado antes, pero hoy las calles de antes las viví, percibí y recorrí distinto; el nuevo era yo y de esa manera hice nueva las calles y los encuentros; vencí con pequeñas cosas la rutina monótona e inexorable: gracias por eludirme, Saray. Gracias por sonreírme señor de la calle. Gracias por hacerme reír, cielo.